PERSONAJES Y VILLARTA
CERVANTES: 1ª PARTE
Al terminar la Guerra Civil, los nacionales ocuparon
Villarta. Entre todos los que llegaron,como era de suponer, el de mayor rango y
personaje más importante, el Generalísimo, deseó para sí quedarse con el lugar
más céntrico y concurrido: la plaza. Desde ella y con la incondicional
obediencia de los suyos, podía hacer que
las órdenes llegasen al resto del pueblo a través de sus calles. Colocado en la
fachada del ayuntamiento, dominaba, sobre todo en los días de mayor
concurrencia – domingos, festivos, Fiestas de la villa,...-, las grandes
aglomeraciones. Los otros generales y altas personalidades fascistas, se
diseminaron por el resto de calles del pueblo, instalándose en el feudo sobre
el que ejercerían su poder y su mando. Allí estaban entre otros el General Mola, Yagüe, José Antonio Primo de Rivera, Almirante Cervera, Onésimo
Redondo,...
El General Sanjurjo,uno de los más próximos al Caudillo, en
honor a los méritos contraídos por ser uno de los promotores del Golpe , se
instaló muy cerca de él, por si lo necesitaba estar inmediatamente a su
órdenes. Por ello, decidió quedarse en mi calle; allí, en la parte más alta,
con un ojo mirando y vigilando toda la calle abajo y con el otro, poniendo su
mirada en la plaza, por si lo requería el Caudillo. Sobre una placa – azul, por
supuesto-, dispuso su nombre, para que cuando pasásemos por allí, mirásemos
hacia arriba y no olvidásemos que nos estaba observando para que fuésemos
fieles cumplidores de las normas establecidas por el nuevo Régimen, tanto en el
ámbito político como religioso. Nosotros, obedientes hasta en su máxima
expresión -qué otro remedio quedaba-, cumplíamos temerosamente los preceptos
que nos inculcaban y nos hacían guardar. Por años y años, sufríamos su
imperturbable mirada. Parecía que aquel sometimiento nunca tendría punto final.
El tiempo pasaba y transcurría cansina y perezosamente, sin que nada ni nadie
pusiese remedio a tal situación.
Mas yo en mis adentros y en lo más profundo de mi ser...TUVE
UN SUEÑO -como Martin Luther King-. Un sueño pacífico y liberador, en que algún
día aquello iba a cambiar. Una lucha sin
armas. Una lucha con la PALABRA. Soñaba que un día llegase D. Miguel de
Cervantes, montado en Rocinante, el
caballo de su gran personaje, y con la pluma con la escribió su obra, “Don
Quijote de la Mancha”, embistiese contra aquellos gigantes que tantos años
llevaban amenazándonos en aquel sueño, de noche aciaga e interminable. Confiaba
en Don Miguel, en su bravura; la que le llevó a perder un brazo en Lepanto,
luchando contra el imperio musulmán.
Siempre soñé y creí, que el autor de El Quijote, anduvo en
su época, allá por el siglo XVII, por las tierras de Villarta, cruzando el
Camino Real, en sus idas y venidas de Madrid a Sevilla. Busqué con la lupa de
mi imaginación, sus huellas en el Puente Viejo, en el empedrado de su suelo.
Pensé que quizás, se hubiese asomado alguna vez para por su baranda, observar el
pausado fluir de las aguas del Guadiana
y ver la pequeña presa que remansaba el agua para el molino. Allí
estaría en la puerta el molinero, que habría salido a agasajar a tan famoso
caballero, que se dignaba pasar por aquellos escabrosos y peligrosos caminos,
llenos de salteadores. Pararía Cervantes su caballo al lado del molino,
pidiendo un poco de agua para refrescar su cuerpo.
Continuaría su camino, subiendo Barrancondo arriba, hasta
llegar al pueblo. Preguntaría, no por la posada, sino por la casa de su buen
amigo, el Duque de Béjar, de quien traía orden escrita, para que en ella
recibiese hospedáje. Así, marcharía a la casa que el Duque, en mi calle tenía,
junto con bodegas y viñas, en la llamada Viñuela. Degustaría don Miguel sus
buenos vinos, que acompañaran a mesa repleta de viandas: un buen cocido con
tocino, morcilla,... un buen escabeche de peces de Guadiana,...y puede que
hasta canelilla. Dormiría en un buen jergón relleno de paja, que para ello
dispondrían los caseros del Duque, su señor. Y por la mañana, muy temprano,
llenas las alforjas, marcharía al Chorro Viejo, a dar de beber al caballo y
llenar el zaque de agua, reiniciando el camino hacia la Corte, subiendo el
puerto de El Tejar.
Y digo
yo, si no sería por esta gran hospitalidad, por la que don Miguel de Cervantes,
le dedicase al Duque de Béjar, el más grande libro que jamás se haya escrito.
Lean si no, lo que se dice al comienzo del libro “El Ingenioso Hidalgo don
Quijote de la Mancha”:
“Al duque de Béjar, marqués de Gibraleón, Conde de
Benalcázar y Bañares,Vizconde de la Puebla de Alcocer, señor de las villas de
Capilla, Curiel y Burguillos:
en fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra
Excelencia a toda suerte de libros...he determinado sacar a la luz al Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha, al clarísimo nombre de Vuestra Excelencia...”
Trescientos años después, viendo invadida, tomada y poseída,
por un general al servicio de una
dictadura, aquella calle donde estaba la casa que tan grandísimo hospedaje le
dispensó,su espíritu sobrevoló de nuevo Villarta; y ya en tiempos de la
Democracia, siendo alcalde Rafael Cháves Fernández -del que siempre guardaré un
gran recuerdo-, se apostó porque aquella calle - la mía- llevase el nombre del
mayor y más universal de nuestros escritores: Miguel de Cervantes.
Ahí está mi calle … ahora más tranquila y silenciosa que
cuando yo en ella moraba. Aunque ya no viva en ella, siempre será mi calle; la
que un día se llamó General Sanjurjo para tornarse en Miguel de Cervantes – de
segundo apellido Saavedra.
Autor: ESSS
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