Los hombres se han alejado de la naturaleza,
las religiones de la misericordia.
Los ríos van secos y las almas están yermas.
El alma allá cada uno con la suya, lo malo es que los campos también empiezan a estar yermos. No hay semana que no lea titulares que adviertan sobre la destrucción de nuestro entorno.
Desde la acidez de los mares, a bacterias que ahogan árboles. Ambos amenazan silenciosamente nuestra forma de vida: Se acaba el pescado como lo conocemos, y se puede acabar con la economía de grandes zonas rurales. La globalización es el arte por el que las multinacionales pueden apropiarse de recursos dejando los residuos (externalidades negativas) a otros. En este caso las externalidades vienen en forma de enfermedades, bacterias, contaminación y animales que desaparecen. Lo malo es que en la naturaleza no todo se relaciona, y un pequeño cambio es una maldición para el futuro.
Y en estas estabamos cuando –sin esperarla para comer ni na- se le presentó a Paco -si, a nuestro Paco- una avispa rarísima. Y mira que él de cosas de estas entiende.
Algo más grande que una avispa normal, y muy oscura. Buscó en las fichas policiales de Avispa asiática y , por suerte, rápidamente descartó esta opción. Así que las abejas de la zona no corrían ese peligro.
Pero nos tiramos unas semanas preguntando a quien nos quería escuchar (y podía entender, no era cuestión de molestar a cualquiera en el bar. Que lo mismo hablaban de algo interesantísimo y les cortamos el hilo). Y preguntando preguntando nos topamos con la respuesta. Por lo visto es una avispa que los resineros ven habitualmente entre la corteza del pino y el pino mismo.
Por lo visto, bicho autóctono pero raro. Si es que ya no hacen avispas como las de antes.
*Por cierto: Todo esto, antes era campo. (si no lo digo reviento).
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