martes, 8 de noviembre de 2011

Recuerdos 6




MEMORIAS DE VILLARTA 6

PLAZOLETA DE LA VIÑUELA


Este entrañable rincón , bajando por la plaza y saliendo del pueblo por el camino hacia El Lagar, está organizado en un cruce de calles: una que nace,otra que muere y aquella... que corre hacia abajo sin parar...




Situado en el barrio de Los Casarones o La Viñuela. Este topónimo le fue dado porque esta zona era una gran viña, donde probablemente el Conde de Belalcázar o Duque de Osuna, señor de Villarta, era su dueño, junto a las bodegas donde transformar y almacenar los sabrosos caldos de uva que aquí se producían.




Zona húmeda y rica en agua, muchas de sus casas poseyeron pozos, hoy día desaparecidos en aras del bienestar y “confort”.


Cuando el pueblo se surtía sólo del agua del Chorro Viejo, se recurría al agua de estos pozos, para satisfacer las necesidades de sus moradores.
Este pequeño lugar fue usado para los más variopintos fines y usos. Se usaba en el invierno como “altar” donde sacrificar los guarros de medio barrio. Allí sobre una mesa vieja de madera, varios hombres “acorralaban” al animal. Uno de ellos armado con un cuchillo de las más adecuada medida, daba un golpe certero al animal. Brota a borbotones de sus entrañas, un líquido rojo y caliente. Va cayendo sobre un bañuelo, en el que una mujer remangada y paleta en ristre, mueve que te mueve la sangre hasta marear, para que no cuaje el preciado líquido que ha de acabar, en las deliciosas – para nuestro hambriento paladar- morcillas para el puchero.
Este espacio nos vio andar “a gatas” sobre el empedrado. Justo donde terminaba la calzada de la tia Ascensión, teníamos nuestro pate para la tala. Aquel juego infantil con el que desarrollamos múltiples habilidades matemáticas. Fueron nuestros “maestros” de esta aula al aire libre: amigos, vecinos y hermanos mayores. Aprendizaje experiencial, con el que adquirimos la destreza de contar; medir con la medida del palo de la tala; calcular espacios formulando la hipótesis de si había 15, 20 o 30 hasta el pate.¡ Y también desarrollamos la psicomotricidad! Con este juego, suplimos las didácticas memorísticas y del “palo” que nos aplicaban en aquella confesional escuela de la más rancia tradición.



En la primavera, lo convertíamos en comedor. Las casas aun frías por el paso del invierno, invitaban a salir a la calle a disfrutar de los tibios rayos de sol. Una pequeña mesa o banquete de madera sobre el que una ensalada de lechuga- de las de caldo – , habíamos de poner; y alrededor, sentados en aquellas viejas sillas de juncos, cuchara en mano, dábamos cuenta de aquel manjar, a manera de sorbitón va sorbitón viene. No importaba el paso de un burro cargado de leña o con serón ; o vecinas y vecinos que voceando, atravesaban este amplio salón–comedor con vistas, en que los animados diálogos y conversaciones daban entretenimiento y calor.
También sirvió de cuarto lavadero y de tendedero. Aún recuerdo a las vecinas poniendo sus “lavanderos” de madera, acarreando cubos de agua del viejo Chorro, y ¡dale a frotar! ...mientras ...dale a la lengua sin parar. Sobre la pared, colgados de cuerdas de soga y empleita, pantalones, camisas,camisetas...decorando aquella soleada habitación..
Se llegó a tener como cuarto de aperos de labranza, donde se colocaban sobre la pared, arados y vertederas; y en corral donde descargar la leña, que después había que a brazadas entrar.
Pero ¡Ay!, aquel olor insoportable del vallejo negruzco, de orines y aguas “fregaderas” de las tabernas, discurriendo mansamente, apenas sin avanzar . Aquellos bichillos repugnantes, gorditos y con rabillo, que destripábamos con la suela de nuestra alpargata. Nunca supe como se denominaba este horrible animalillo ni en lugar alguno los volví a encontrar.
Aquellos veranos de cuatrolas en las siestas, donde nos dábamos cita uno o dos corros de jovenzuelos, sentados sobre aquel suelo duro de empedrado irregular, a la sombra de las pobres, pero frescas casas de piedra. Cartas que recortábamos, por el deterioro que en sus días de mejores tiempos, sufrieron sobre mesas de bar. Ahora se veían degradadas a ser “tiradas” sobre el suelo, aunque aún gozando del placer de ver disfrutar los corazones infantiles, con juegos de estrategia y azar.
Los pies descalzos – mitad por necesidad, mitad por costumbre y herencia de nuestros antepasados-, correteaban calle arriba, calle abajo. Duros como pezuñas de animal, aguantaban los cantos ardientes que al andar, íbamos pisando como faquires que sobre cristales pasan sin sentir los golpes del dolor.
En este rincón jugamos a la pelota, a la comba, al “esconder”, a los “partidos”, a “pildora”, a la una la mula, a churro, teina,... al cinturón “perdio”- y al sin perder: patio común, donde vecinos y amigos vivimos nuestra ya lejana infancia.
E.S.S.S.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buen relato me ha encantado, muchas gracias, me acabo de enterar que teníamos lagar para vinos en Villarta seguro que hasta antiguamente se harían algunos caldos que otros, tipo pitarra o similares. Ya me dirás. Un saludo del Ehpero.

ABlasco dijo...

Muy ameno tu relato, compartimos tantos recuerdos.. Yo estoy seguro que si me pongo a picar el cemento de la calle encuentro el pate de la tala a la primera. Una cosa me llama la atencion en tus relatos en este los vallejos... en el otro la subida del lagar el desague... ¿porque no pasas de largo? si eres menos esplicito al respecto es de agradecer.
Gracias

Anónimo dijo...

Magnifico relato de vivencias, muy parecidas a las mías con la única diferencia de que yo las viví en las calles de arriba, al leerte unos sentimientos que no se explicar han inundado mi cabeza y mi alma.