viernes, 24 de agosto de 2018

Acompañamiento a la virgen.

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“Nada cura tanto como la felicidad”  (he aprendido este verano de Ángela Díaz). Y ha eso venimos al pueblo, a ser felices. A ver a quien nos hace felices y con quien compartimos recuerdos que -no por casualidad- emergen de vez en cuando sacandonos sonrisas.

Por lo visto este año he sido bueno, y me han regalado dos de mis seres DSC_0036queridos favoritos que más lejos están. Y así, con el corazón ligero y los oidos alegres bajamos de la ermita (ya no sé si cientos o miles).

  Como no podía ser de otra forma nos dejamos mecer por la nostalgia. ¿Os acordaís cuando ibamos de madrugada a la ermita y pasabamos allí el día? Cuando no dormías y te ibas comiendo el bollo rico. O cruzar el puente viejo con la virgen porque los coches no nos habían esclavizado aún. Claro que en esa época Villarta era un hormiguero inmenso; y los 4 que ahora vamos ibamos recordando eramos tan sólo una muestra del grupo de 18-22, que a su vez tan sólo eran una de las pandillas que habitaban sus fiestas. En fín, cambiaré de tema que al final lloro.

  Hacía años que no cogía la Virgen y pude cogerla un buen rato. Sin ser deboto (tampoco racional, por supuesto) sí aproveché para pedirla que Villarta crezca. Que volvamos a mejores años; que me deje seguir disfrutndo de los míos (de todos por favor) y que nunca me falte cariño y tiempo para ellos. El resto…. son minucias.

Y entre unos y otros –perdón a quien desatendí en exceso- fuimos llegando al pueblo. El Santo estaba a rebosar. Como hacía años que no lo veía. Es martes y quedan todas las fiestas por delante, a ver si conseguimos convertir volumen en ambiete. DSC_0051

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