Ayer, 22 de enero de 2011 a las cuatro de la tarde.
Honorio Molina Merino (Comandante
Honorio) llegaba a su pueblo para quedarse.
El acto de entrega de los restos tuvo lugar en
Saceruela (
CR) a las 11 de la
mañana en el salón de actos del
ayuntamiento. En el intervinieron varias autoridades y familiares. Por parte de
Honorio hablo Susana
Molina, quien leyó un texto escrito por José Luis Ramos Molina, y que también se leyó en la plaza de
Villarta antes de trasladar los restos al cementerio, donde descansarán para siempre (que orgullo para
Josema).
Personalmente quiero decir a
Eloísa y a toda la familia que me alegro un mucho por ellos.
Aquí
tenéis el texto de José Luis y algunas fotos.
HONORIO MOLINA MERINO: LA LUCHA POR LA LIBERTAD
Empecé a conocer la Historia de España desde muy pequeño. Tendría yo 6 ó 7 años .Mi abuela Julia (tía de
Honorio) tenía un libro(el cual aún conservo como una joya sentimental), en el que ella había aprendido. Ella se lo sabía de memoria (que es como entonces se aprendía la historia) y así me lo contaba y relataba. Pero este libro, esta Historia de España, terminaba en el reinado de Alfonso
XII. Así, mis primeros conocimientos históricos se hubiesen quedado incompletos en aquel tiempo, pues me faltaban los acontecimientos históricos más recientes: el reinado de Alfonso
XIII, la dictadura de Primo de Rivera, la 2ª República, la Guerra Civil, la post-guerra y la Dictadura de Franco, que por aquellos principios de los años 60 yo vivía.
Decía que, de estos acontecimientos más recientes, tuve puntual información de forma oral por mi abuelo Pedro(tío de
Honorio) , pues fueron tiempos que él vivió como testigo directo.
Tengo grabadas aún en mi memoria aquellos relatos de invierno, sentado al calor de la lumbre, en aquella pobre y lúgubre casa, donde las personas
compartíamos espacio con burros, cerdos y gallinas. Casas con un pequeño espacio que hacía las veces de cocina, salón comedor y donde transcurría casi toda la vida familiar. Ese espacio daba
directamente a la calle a través de una puerta dividida en dos hojas: la de abajo que se cerraba con una aldabilla, una vez entrabas o salías, y la de arriba, que permanecía abierta y entornada.
Describo el lugar, para que ustedes se hagan una idea de donde se desarrollan los acontecimientos. Era pues, en este lugar, donde yo comencé a oír hablar por primera vez de
Honorio, enmarcado en aquella Historia tan reciente, que en aquel momento aún no estaba escrita y que hoy, 22 de Enero de 2011, aún estamos escribiendo.
Por boca de mi abuelo conocí los horrores de la guerra y de la post-guerra, de los años de “las hambres”, de los sucesos del pueblo, de las personas que habían sufrido persecución, castigo y muerte después de terminar la guerra. Todo ello con nombres y apellidos, tanto de perseguidos como de
perseguidores, tanto de castigados como
castigadores y tanto de muertos como vivos. Me hablaba del “tío
Julián”(padre de
Honorio), que era el alcalde en el año 1936 cuando el triunfo del Frente Popular y durante la guerra. En sus palabras lo calificaba como de “muy buena persona: un cacho de pan”. De la “tía Marciana”(madre de
Honorio y hermana de mi abuela Julia), recuerdo como me relataba cómo se la llevaron presa y la metieron en la cochera, junto a otros familiares y personas perseguidas; las pelaron, dejándolas calvas y dándoles aceite de ricino, con las consecuencias que ello traía acarreadas y que todos podemos imaginar. Moría en la cárcel de
Mérida como consecuencia de una
infeccíón de muelas, causa de las condiciones en las que se encontraba.
También conocí a través de sus narraciones lo que les ocurrió a aquellos 23 hombres que les dieron el “paseo” a la hoya de Fernando y cómo los habían fusilado (entre ellos al padre de
Honorio, al que cortaron los testículos y se los colgaron del cuello) y les habían dejado sin enterrar, donde los perros hambrientos encontraron su festín.
Trágica y bárbara historia, que vista en la distancia de nuestros días podría parecernos una secuencia de hechos novelescos, si no fuera porque fue una cruel realidad.
Todas estas historias reales y tangibles eran narradas por mi abuelo. Unas me contaba un día, otras veces me contaba otras y en ocasiones me las volvía a contar, enriqueciéndolas con más detalles. Allí, al calor y a la luz de la lumbre las oía, aunque muchas veces las interrumpía mi madre (prima de
Honorio) que también vivió aquellos años atroces, con expresiones como:
“Callaros de esas cosas, que van a pasar los guardias y nos van a llevar a la cárcel”.
Era tal el temor y terror que había, la falta de libertad, que el sólo hecho de hablar de los “guardias”, ataba la lengua a todo aquel que trataba de abrir la boca para decir algo que se refiriese a ella.
Y es en estas crónicas históricas de la Historia reciente de
Villarta a través de mi abuelo, cuando comienzo a tener noticia de nuestro personaje:
Honorio.
Ya desde aquellos momentos adquiere para mí la categoría de héroe. En mi mente tengo la idea, que se va forjando con aquellos relatos, de cómo era
Honorio: alto, fuerte, sagaz, inteligente, decidido, noble y de gran corazón. No sé si realmente tenía o no estas cualidades, pero indudablemente en mí siguen perdurando desde mi infancia. A ello añadiría una cualidad más, aportada por los comentarios de mi madre, que aunque temía que “los guardias nos llevasen a la cárcel”, a veces también intervenía en la
conversación. Así, recuerdo que de
Honorio me decía: “era muy guapo, con una mata de pelo negro rizado”. Indudablemente en estas palabras , el cariño que sentía hacia su primo está mas que justificado.
Mi abuelo Pedro me contó cómo coincidió con
Honorio, estando ambos presos, en la cárcel de Herrera. Mi abuelo, condenado a muerte, temía que cualquier noche viniesen a por él para darle el “paseo”, como a tantos otros, aunque al final le conmutaron la pena de muerte y consiguió salir en libertad. Un día cuando los dos estaban el la cárcel,
Honorio le dijo a mi abuelo:
“Tío, esta noche nos escapamos, yo y otros dos mas, por las cloacas. Si no me voy, me van a matar”
Ahí es donde comienza la historia de
Honorio, durante varios años en el monte, en la sierra, como “
fugao”, que es como se les conoció en estas tierras a todo aquellos que tuvieron que huir.
También me contó mi abuelo otros muchos sucesos que le ocurrieron al luego Comandante
Honorio: sus andanzas en la sierra, su acercamiento en ocasiones al pueblo, muchas otras que se contaban de él. Creo que en
Villarta se le debía querer y admirar, hasta el punto de que el cura del pueblo estaba empeñado en que aquel niño que los “
fugaos” habían dejado en la Sierra de
Valtriguero, fuese de
Honorio. Quizá queriendo restituir en parte, tanto daño como se le había hecho. Muchos años después se supo que el niño no era de
Honorio, pero sí de una mujer y un hombre, compañeros de él, que vivieron las mismas circunstancias y penurias, aunque tuvieron más suerte que
Honorio y lograron huir a Francia.
Entre las historias que escuché de
Honorio, una de las que más me impresionó por su ternura, fue aquella del encuentro que tuvo
Honorio en el tiempo en que se encontraba en la sierra, con su madre y su sobrina
Eloisa. En las soledades de la sierra, el corazón fuerte se vuelve tierno ante el recuerdo del calor familiar .
Honorio debió sentir esa llamada de la sangre y expresa su deseo a alguna persona del pueblo que le servía de enlace, de querer verlas, de sentir el calor de personas cercanas. El encuentro se produjo en una huerta que tenían mis abuelos en la garganta de la Virgen, lugar alejado del pueblo y “al otro lado de
Guadiana”, que decimos los de
Villarta. Un día de verano, las dos hermanas – la tía Marciana, madre de
Honorio y mi abuela- con una niña pequeña-
Eloísa-,atraviesan el viejo puente mesteño y medieval sobre el
Guadiana; caminan por la vereda polvorienta y allí, en el fondo del valle está la huerta. Aún es temprano, pues no ha caído la tarde. Mientras esperan, van regando la huerta. La espera se hace interminable. La pequeña
Eloísa, descalza juguetea y chapotea en el agua de la reguera. Está
atardeciendo.
Honorio toma sus precauciones. Sus compañeros se quedan arriba vigilando el horizonte.Ya es casi de noche y llega el momento en que
Honorio aparece solo por la puerta de la huerta. Su madre corre hacia él y se funden en un abrazo interminable.
Honorio mira a su alrededor buscando a la “niña de sus ojos”. Allí, bajo la higuera ve un ser
pequeñito y dulce, de unos cinco años. Corre hacia ella, la toma en brazos y apretándola fuerte contra su pecho dice:
“mi
Eloisilla, mi
Eloisilla”
Años después, cuando ya había muerto la madre de
Honorio, la persona más cercana y más querida que le queda es
Eloísa. Ella es la causa de que frenase su impulso de haber hecho una incursión en
Villarta, haciendo justicia con aquellos que habían sembrado tanto dolor y tragedia. Pero supo tener temple y cabeza fría ante las noticias tan dolorosas que le llegaban de estos horrores y no quiso añadir más, tragándose su propio dolor.
Con el correr del tiempo,la traición y la venganza de aquellos que habiendo ya pasado los tiempos
calenturientos de la Guerra, no supieron enfriar la sangre, dando la mano al ya casi inexistente enemigo y no cesaron en su empeño de acabar con todo resquicio de los republicanos, cayendo estos tres héroes, que aislados y solos en la sierra, todavía enarbolaban la bandera de la libertad.
El acto de hoy será el penúltimo de estos tres luchadores, de estos tres soñadores de la libertad….. El último acto nunca terminará. Siempre estará en el corazón, de todos aquellos que crean en la libertad y que saben que ellos pusieron con sus vidas las primeras piedras de los robustos cimientos de la democracia que disfrutamos y para lo cual, nunca debimos esperar cuarenta años.
Hoy es un día para recordar. Lejos de abrir heridas (como algunos piensan), hoy es el día en que cicatrizan tres heridas que llevaban 62 años abiertas.
No se me ocurren otras palabras más que “dignidad y justicia” para lo que hoy está sucediendo. En este día se termina con la indecente situación en la que se encontraban sus restos y sus familias.
Yo volveré a
Villarta a juntarme con mis amigos (de derechas y de izquierdas) , con mis familiares (de derechas y de izquierdas) y a disfrutar de mi pueblo y de sus gentes (de derechas y de izquierdas). Y me sentiré orgulloso de
Honorio y de los que como él dieron su vida para que todos fuéramos libres. Se lo debíamos, y nuestro tributo será recordarle.
Finalmente, me van a permitir, que en éste tan merecido homenaje a estas tres personas, cuyo nombre honramos más de medio siglo después de haber sido asesinadas, reivindique con fuerza un lugar en la historia de
Villarta para
Honorio Molina Merino. Yo, que llevo años investigando y preparando una historia de éste mi pueblo, he de decir que no ha habido un personaje en la historia de
Villarta que haya trascendido tanto a nivel nacional como el comandante
Honorio. En reconocimiento a su labor, a su lucha por las libertades y por sus ideales,
Villarta debe dedicarle una calle o lugar público para que pueda ser recordado como hijo digno de tal mención.
Autor: José Luis Ramos