miércoles, 21 de diciembre de 2016

ir de cacería es para mayores

caza
  De nuevo, una noticia que nos dice más de forma indirecta de lo que se saca del titular, un mero cebo sin información.

Se nos habla de la caída permanente de licencias de caza. Brutal en los últimos años. Y trata de buscar explicaciones, desde la crisis y que es un deporte caro, a que los jóvenes tienen una oferta de ocio más rica y cómoda.  Yo veo dos explicaciones, y por ellas las traigo aquí.
 La despoblación del mundo rural –algunos pensareis ya que  es obsesión- y el alejamiento del saber tradicional.
No existe el hábito, existe una gran brecha generacional. Ni tiempo en común ni gustos comunes. El gusto por el campo y sus tesoros no se aprende en un rato. Requiere años respetar y conocer; y no sé que requiere más tiempo, la verdad.
 Hasta la generación anterior los padres enseñaban a los hijos, el oficio era un arte, y los resultados necesitaban de trabajo mas tiempo.  Ahora coexistimos pero somos individuos (seres aislados que creen que el capricho nos hace más fuertes). Perdemos saber que nos permitiría vivir como en los últimos 10.000 años lo hizo, a cambio de tele y comodidad.
 No llamo a sacarse la licencia de caza, pues yo mismo no cazo. Pero sí que demos más valor a quien hace que a quien luce. Nunca me atrajo cazar ni pescar –aunque no me vendría mal saber- pero si aprecio esta tarea como parte de un medio ambiente sano. Los cazadores que he conocido compartían muchos de mis valores ecologistas. Disfrutan viendo un bicho, un pájaro o un paisaje. Sin un medio ambiente sano ellos no podrían cazar. 

Por cierto aprovecho para dejar un video de Jara y sedal sobre la cría de la Perdíz. Raro era el día que no iba a la huerta y cruzaban un par de vecinas patirojas el carril. Pero cada vez hay menos huertas -obviamente ya no se siembra- y menos comida para los animales. Me gusta pensar que Villarta es una isla de biodiversidad y riqueza, pero cada vez me cuesta más ver: perdices, águilas, el tiro... 

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No entiendo bien catalogar la caza como deporte. Si consideramos que pagar por un puesto bien situado, bien pertrechado con bota de vino esperando pasar el bicho que te sacan los perros para que con un rifle mira telescópica y alcance considerable le pegues un tiro No me extraña que el deporte de la caza vaya en caída libre

Anónimo dijo...

Juan carlos

No entro en lo anterior; porque no tengo claro si mi ejadrez es deporte o no.

Yo lo que no entiendo es en que momento la caza que era un recurso de los mas pobres -mi abuelo recorria kilometros y kilometros para conseguir un conejo o una perdíz para la cazuela, cuando había suerte- se convirtió en un deporte de Land rovers y jerseys de 300 pavos que no saben desollar lo que matan, ni quieren más que el trofeo. Si es célebre la frase "la tierra para quien la trabaja" que decían los jornaleros; los cazadores deberían decir; La caza para quien sabe aprovecharla.

JCMolina dijo...

Si se puede llamar amor a la Naturaleza, se lo debo a la caza, ahora bien, actualmente reniego de esta actividad.
Intentaré explicarme.
Soy hijo de cazador, como casi todos en el pueblo, unos más que otros, unos más legales que otros y unos con una técnica venatoria distinta a otros. Mi aproximación a la caza es acompañando a mi padre todos los días que podía en sus andanzas matutinas, con un costal al hombro y una jaula con un perdigón ( la técnica que en un vídeo de la entrada se explica) o en pequeños “ganchos” con mi padre y tres o cuatro amigos, o caza a la “recula” en las grandes monterías de Grandes cotos de la zona (El Zumajo, La Dehesa de El Abogao o la Reserva o “en eso dela Puebla”), o alguna “espera” o “rececho” solitario de mi padre, alguna noche. Era una caza de “explotación”, es decir de aprovechamiento de una o dos piezas para surtir de carne al hogar familiar. Una caza de “supervivencia”. Pero a su vez era una caza de confraternización con los amigos y de respeto a la Naturaleza, se cazaba lo necesario y poco más. Era una caza “romántica”, con momentos de compartir y de celebrar, caza de sufrimiento y recompensa en la satisfacción de los pequeños logros, caza de sacrificio “extremo”, a veces, y poco rendimiento.
Los cambios empiezan con el cambio de la sociedad. Cuando empieza el coche a aparecer masivamente en el pueblo. Cuando el cazador no tiene que darse una “tupitanza “ de kilómetros y darse “trompicones” por esos “andurriales”, para hacer una “carnicería” sin tener que bajarse del coche. Se caza por esos carriles “echando los faros”, los del coche, o los adaptados a la escopeta, Luego aparece el “rifle”, quién puede tener uno. Son verdaderos “francotiradores”, especialistas del disparo sin tener que luchar con el instinto animal y con el esfuerzo físico, sin tener que vencer la habilidad animal, sin darle a los “bichos” cierta concesión de su igualdad de oportunidades, es decir, a la naturaleza sus capacidades (olfato, vista, capacidad de mimetismo) y al cazador sus ventajas del arma de fuego y de su inteligencia. Una lucha más igualitaria. Más tarde empieza a aparecer la caza en montería. En las que se autorizan en la Reserva y luego en el coto local. Aquí la única condición es que pagues la cuota anual. Si luego no vas nunca al campo, no conoces el terreno y nunca sabes los “careos” de las “reses” o la “querencia” de los “guarros”, da igual. Te comes las migas, te subes en “tu torreno”, cargas tu rifle, hasta tu puesto “al lao del carril” y que los perros te “traigan la caza”.
Este es el motivo. Reniego de la caza de apariencias, de la caza de “La escopeta nacional”, de la caza como momento de contactos y de bravuconería, de mostrar “lo que tengo”, no de mostrar lo que soy capaza de sacrificarme. Reniego del “postureo”.
Quizá no me he sabido expresar bien. Pero la entrada me pedía cierta reflexión-confesión.
A lo mejor la caza es para mayores, aunque no lo sé, creo que es distinta y que es otro bien de consumo. Pero es peligroso porque será y quedará solo para los que puedan. Como siempre para los que puedan pagar, aunque no sean “de aquí”, aunque su apego a la Naturaleza y al paisaje sea mero instrumento de satisfacción de sus deseos. Si no les conviene en un momento dado, cambiaran a otros sitio y no se preocuparan del entorno natural.