viernes, 31 de julio de 2020

Prohibido el botellón.

Desde Bando móvil se nos informa que queda prohibido el consumo de bebidas alcohólicas en la Via pública. Lo que facto prohibe el Botellón.
Visto el peligro que supone la concentración de jóvenes, y que estos parecen ser un vector de contagio que está usando el Covid para estos meses, se ha optado por esta medida, ya tomada en otros pueblos o en Andalucia desde el pasado día 27.

miércoles, 29 de julio de 2020


El hombre es un Dios cuando sueña, y un mendigo cuando reflexiona.
Creo que es una buena frase para resumir un paseo por la carretera bajo las estrellas. Fantaseas, te deleitas mirando la belleza de una noche simple, alejado de ruidos y artificios. Y al mismo tiempo ves que no eres nada. Que estás viendo luz de distancias incomprensibles, de estrellas que tal vez estén muertas antes de que tú nacieras, y aun así las ves. Tú no existías cuando ellas ya no estaban, pero puedes sentir su belleza. Por reciprocidad, tu parte mendigo es consciente que aunque tu mueras, el mundo seguirá siendo bello, que las estrellas estaban antes y que no te necesitan.

 Y en estas estamos cuando aparece un cometa (si escribir sobre estrellas es jodido, ponte a gastar tinta con un cometa) y se me seca la imaginación. Dada mi torpeza con las palabras, he optado por coger la cámara de fotos y traeros alguna imagen. Así –espero- dada mi falta de pericia con estos artilugios, la torpeza escrita se disimulará.
 
En mi defensa, señoría, he de decir que la noche que salí a fotografiar el cometa Neowise había muchísima calima. Y con tan sólo encender la linterna –para enfocar algún objeto- el polvo en suspensión me devolvía gran cantidad de la luz, por lo que buena parte del ruido de las imágenes es debido a la suciedad del ambiente, si bien es cierto que Arsenio, Paco u otro fotógrafo con su nivel habría conseguido que parte del ruido –el de mi impericia- se hubiera reducido o eliminado.
(Y espero que no dejéis de pasear por la carretera, me sigue pareciendo un paisaje alucinante).

lunes, 27 de julio de 2020


¿Sabéis donde está la Calle Virgen de la peña? Ah, que vosotros tampoco lo sabéis. Es que a lo largo de estas semanas, se están cambiando las farolas del pueblo. Las antiguas (en sus distintas variables y añadas) por unas nuevas de Leds; dentro de un programa regional  buscando una mayor eficiencia y ahorro. Se aprobó en un pleno hace ya bastante tiempo, diría que incluso años. La cosa es que el fin de semana pasado estábamos K y yo hablando, cuando se nos paró un furgón con un brazo atrás, preguntándonos por la Calle Virgen de la peña, y a ambos nos sonaba, pero ninguno estamos seguros. ¿La Calle Real si sabemos todos donde está, no?



sábado, 25 de julio de 2020


JC Molina nos acerca un texto que nos habla del verano, del de cada uno y las aristas que tiene dependiendo del ángulo con que se le ataque. Os dejo el texto por si sirve para abrir vereda, y que nos contemos a que nos evoca el verano, presente o pasado.
 
 
Relato de verano

El verano eran los meses del aburrimiento y de la aventura en diferentes proporciones. El ritual que comenzaba buscando las agujetas tras el reencuentro con la bici, que por entonces sólo era de una marcha y de la marca BH, o quizás Derbi, y recorrer las mismas calles una y otra vez, comprobar los cambios y actualizar el mapa mental del pueblo en la cabeza, cruzando sus límites en solitario o con la pandilla de turno, si la había.

El verano era una tienda de supervivencia con neveras que más que enfriar, se dedicaban a meter ruido. En la calle, un eco contínuo y lejano de gritos infantiles y chapuzones en las piscinas de los demás. Un kiosko donde se vendían periódicos, chucherías o cigarrillos, en función de la hora y del cliente, que con frecuencia se interesaba por todos esos productos a la vez. Un jinete del oeste americano que cabalgaba entre trompetas por los balcones de esos engendros diseñados para enjaular humanos, con las luces intermitentes de los televisores como únicos faros en la oscuridad. Un cúmulo de olor a fritanga de chiringuito mezclado con aquellos aceites solares, de una textura tan pringosa como inolvidable, especialmente cuando la arena formaba parte de la fórmula alquímica como único y accidental factor de protección.

Era en el verano, y no en la primavera, donde los amores de los dieciséis años se fabricaban antes de las dos de la mañana, porque después el aire se llenaba de peligros.

Todo consistía, en realidad, en un ensayo general de cómo ser mayor pero sin serlo, a golpe de garrafón y de pintalabios, ambos definitivamente excesivos. Mientras no se cruzara la puerta hacia el otro lado de la discoteca, donde las luces no eran bienvenidas y donde la música era una introducción, más o menos previsible, a la miseria y a la tragedia de engancharse a la peor compañía posible, todo podía darse por satisfactorio y nadie te iba a regañar demasiado.


El verano, si eras un raro al que no le gustaba la playa (lo que no es incompatible con amar el mar ni dejar de tenerle por el único confesor válido), los libros eran una buena tabla de salvación. Poirot y otros personajes afines hacían soportable la eternidad después de la siesta, en esa hora infernal en la que sólo las cigarras, probablemente enloquecidas de deseo, son capaces de decir algo coherente. Lástima, porque en aquella época no había redes que conectaran las rarezas entre sí, o tal vez tuvimos el privilegio de ser anónimos una vez y aquello fue una bendición. Tengo mis dudas al respecto.


Ahora ya no sé cómo es el verano. Yo sólo lo miro a través de los ojos de mis hijos y me conformo con oírles felices. Me buscaría un escondite hasta octubre, un bunker de hielo que me proteja de una idea de las vacaciones que no comparto y de la necesidad imperiosa de tener que decir que te escapas de algo que no te gusta, que no parezcas todavía más raro de lo que eres. Parece ser que en el verano, una vez alcanzada la edad adecuada, es obligatorio huír, fundamentalmente de tu propia vida, y con la paradoja de que, al menos en mi caso, la alternativa de una cárcel de noches de insomnio empapado en sudor me resulta de lo más inquietante. No digo que no me gusten las raciones de sardinas ni las puestas de sol desde la orilla. Pero a partir de ese punto, y hasta donde los recuerdos son aceptables, sólo espero con impaciencia la llegada siempre tardía del otoño, para poder respirar y liberarme de mi supuesta libertad.

viernes, 24 de julio de 2020


Una captura de pantalla de Bando móvil de hoy 24 de julio, referente a posibles puestos de trabajo en la comarca, con la futura apertura de una planta de energía en Valdecaballeros.

http://www.bandomovil.com/comunicado.php?cod_municipio=villartadelosmontes&id=88