martes, 18 de mayo de 2021

 No sólo se van los jóvenes de los pueblos. También flora y fauna. 

Tengo claro que soy parte de una generación Bisagra. Heredando valores de pueblo (amistades de largo plazo, pertenencia a grupos estables, identidad a un terruño concreto, ser parte de un paisaje y paisanaje; "yo soy porque nosotros somos")  en un mundo urbano de cemento y plástico (amistades/parejas de usar y tirar, tu capacidad de compra y exibición de lo comprado te determina, viajes constantes para el selfie en metrópolis sin conocer tu entorno, vida individual y atomizada, el individuo por encima del grupo, "somos experiencias"). De ahí parte de nuestra confusion y nuestras contradicciones. No sabemos si ser oportunistas -urbanitas consumidores- y traicionar nuestros valores; o deleitarnos en la apetencia, aunque nos cueste traicionar amigos/pareja/valores. 

Si a nosotros, supuestos seres racionales, nos aturde el cambio en la forma de vida que se han dado en 50 años, imaginar el caos que deja en otros animales donde la costumbre y hábito es su estrategia de vida

Explícale tú a un pájaro, que por rendimiento a corto plazo se va a dejar de sembrar una zona. Que habrá menos insectos porque los herbicidas acaban con ellos (y con mil cosas más). Que los arroyos se secarán o especies a las que se asociaban dejarán su zona en represalia a los pu**s humanos.

Sea mi plantemiento correcto o erroneo, tanto da. Si por algo se caracteriza la realidad, es porque le da igual lo que pensemos. 

Lo cierto, lo tangible, es que nuestros vecinos están amenazados. Que realizan una labor biológica que se pierde, que nos acentuamos en desequilibrios que van a más. Y que no nos importa demasiado (hasta que sea tarde y seamos los humanos los que sufran las consecuencias).

Pinchando sobre la imagen podéis ver el artículo, que poco tiene que ver con lo aquí escrito. Culpa mía, que me he levantado confuso (como mi generación).

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