Este año, con el
cuartel fuera de juego, buena parte de las fiestas se llevaron a la explanada
del Santo. Allí se habilitó una carpa para dar algo de sombra, y se hizo la
paella, ya obligatoria y la mejor manera de sacar a la gente de sus casas. Con los vecinos en la calle, y ganas de
cachondeo, bastó un poquito de música y la espuma como excusa para pasar toda
la tarde viendo niños llenando de ilusión y alegría cuerpos de 30-40-50 años. (Como
soso que soy, lo ví desde la barrera. Pero también se disfruta viendo disfrutar
a quien aprecias).
Se pasó la tarde, y
fue al coste de dejar agotado a medio pueblo. Se notaron las bajas durante la
noche, pero el cuerpo y el alma sirven a dioses diferentes, esta vez ganó la
realidad. Fue duro el 15, fue duro (y bonito como el solo).
Fotos cedidas por la Peña El santo (mil millones de gracias, por el día, la actitud mantenida durante más de 30 años -un ejemplo de amistad- y por las fotos)
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