Ya en verano
dábamos un paseo por cualquiera de las radiales que circunvalan el pueblo, y
parte de la conversación se iba en “hay
que ver cómo está el campo”. Pasan
los meses y sigue sin llover; las plantas por su parte siguen haciendo por vivir,
consumiendo agua de la que quede en la tierra. Los huertos, pues han dado poca
leche. Y los animales tienen que ser suministrados, llevar agua a donde no la hay
(y no la hay casi en ningún lado). Así,
el coste del agua para huertos y ganado es el coste de la gasolina + el tiempo
de acarreo.
Nada de esto
importa para quienes vamos un rato y no salimos del pueblo. Ojos que no ven,
corazón que no conoce. Por ello, aprovecho hoy –después de pasar por el pantano
camino de la ermita- para hacer visible este pequeño (GRAN) drama que muchas
veces no queremos ver.
La imagen es
de Arriscao, del pasado día 5, y el gráfico de embalses.net. La imagen nos dice
la situación de un día, pero el gráfico nos habla de la evolución, quizás más
preocupante aún, porque si fuese algo puntual y pasajero bastaría con esperar.
Ver la media de 10 años (muy estable) y la diferencia que hay entre esa referencia
estable y como ha sido el 2019… dan miedo.
Esa webo nos indica que el pantano -en su conjunto- está por debajo de un tercio. Imagino que está todo almacenado en el último tramo, pero habría que descontar la reserva estratégica (el mínimo imprescindible) para saber cuanto tenemos disponible y cuando habrá corralito de agua y no podemos tirar de ello.
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