miércoles, 9 de octubre de 2019


Ya en verano dábamos un paseo por cualquiera de las radiales que circunvalan el pueblo, y parte de la conversación se iba en “hay que ver cómo está el campo”.  Pasan los meses y sigue sin llover; las plantas por su parte siguen haciendo por vivir, consumiendo agua de la que quede en la tierra. Los huertos, pues han dado poca leche. Y los animales tienen que ser suministrados, llevar agua a donde no la hay (y no la hay casi en ningún lado).  Así, el coste del agua para huertos y ganado es el coste de la gasolina + el tiempo de acarreo.
Nada de esto importa para quienes vamos un rato y no salimos del pueblo. Ojos que no ven, corazón que no conoce. Por ello, aprovecho hoy –después de pasar por el pantano camino de la ermita- para hacer visible este pequeño (GRAN) drama que muchas veces no queremos ver.

La imagen es de Arriscao, del pasado día 5, y el gráfico de embalses.net. La imagen nos dice la situación de un día, pero el gráfico nos habla de la evolución, quizás más preocupante aún, porque si fuese algo puntual y pasajero bastaría con esperar. Ver la media de 10 años (muy estable)  y la diferencia que hay entre esa referencia estable y como ha sido el 2019… dan miedo.

Esa webo nos indica que el pantano -en su conjunto- está por debajo de un tercio. Imagino que está todo almacenado en el último tramo, pero habría que descontar la reserva estratégica (el mínimo imprescindible) para saber cuanto tenemos disponible y cuando habrá corralito de agua y no podemos tirar de ello.
Hace años, Las tablas de Daimiel salieron ardiendo. Esperemos que no volvamos a ver algo parecido.

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